domingo, 16 de junio de 2013

Actores secundarios en Siria.

España ha sido, o al menos siempre se ha pensado así, un país interlocutor con el mundo árabe. La simpatía que desde el mundo árabe se profesa hacia España es real, siendo este sentimiento reciproco por parte de la mayoría de la población española. Además, esta sensación ha estado motivada en gran parte por la cercanía social y física propiciada como país mediterráneo, sumado a los muchos capítulos de la historia compartida con el mundo árabe-musulmán.

 En el caso de Siria, podríamos decir que desde siempre ha existido una complicidad y que los sucesivos Gobiernos españoles, socialistas pero también del Partido Popular, se han esforzado por mantener a toda costa una relación privilegiada con el régimen de la familia Asad. Múltiples han sido las visitas bilaterales, Felipe González viajó a Damasco en 1995 siendo presidente de turno de la UE y aun habiendo vivido un capitulo complicado como fue el de la muerte del embajador español Pedro de Aristegui, víctima de un proyectil que cayó en la Embajada de España en Líbano en 1989 y que los servicios de inteligencia dicen que era de procedencia siria. También José María Aznar visito Siria en 1999, poco antes del fallecimiento de Hafez el Asad. A su vez, es importante recalcar que el actual presidente sirio, Bashar el Asad, eligió España en 2001 para efectuar su primera visita como presidente a un país no árabe, repitiendo viaje a Madrid en 2003.

 Pero entonces; ¿Que ha sucedido en los últimos años que justifique que desde que se inicio el conflicto sirio en Marzo del 2011, el papel de nuestro país en la mediación para la resolución de ese conflicto se haya visto reducido a simple acompañante de las propuestas de otros países?

 El Gobierno español mantuvo durante los últimos años de la Administración de Bush un acercamiento a Siria que disgustó a EE UU y provocó roces diplomáticos. Tal vez fuese la visita relámpago de Moratinos a Damasco en 2006, un año después del asesinato de Hariri, el motivo principal, tal y como revelaron los cables de la Embajada de EE UU en Madrid. O tal vez fuese el viaje al final del mandato del gobierno socialista y con el conflicto sirio en plena efervescencia, de la por entonces ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez. En este viaje la Ministra destaco “la voluntad real” reformista de Bashar el Asad.

También es muy probable que por parte de EE.UU existiesen toques de atención a la política exterior de España, lo cual ha producido una bajada del protagonismo de nuestro país en relación a este conflicto. Esta teoría no deja de ser incomoda por la propia necesidad de España de tener un papel relevante ya no solo por la imagen en el plano internacional, si no por los propios intereses nacionales.

Que España fuese uno de los primeros países en reconocer a la Coalición Nacional de las Fuerzas de Oposición y de la Revolución Siria (CNFORS) como representante del pueblo sirio y pidiese al actual presidente, Bashar al Assad, "dejar el poder y ceder el testigo" es una muestra de los esfuerzos por no quedarse fuera del núcleo de toma de decisiones en lo concerniente a Siria. Además, prueba de ello es el apoyo a la iniciativa Franco-Británica de levantar el embargo de armas a la oposición siria, tal y como comentaba el ministro de Exteriores, García-Margallo, apostando por levantar el embargo armamentístico pero no entregar dicho material militar hasta la Conferencia de paz de Ginebra cuya fecha de celebración debe ser próxima. El ministro a su vez insistía en que habría que evitar que las armas cayeran en manos de yihadistas, el gran temor de la mayoría de gobiernos occidentales.

También la celebración de una reunión en Madrid de los miembros de la oposición siria al régimen de Bashar al Asad, con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y cuyo objetivo era el de encontrar una solución política al conflicto de cara a la próxima conferencia internacional propuesta por Estados Unidos y Rusia, ha significado un paso en el posicionamiento de apoyo al dialogo entre las partes, pero aun así siguen sin ser determinantes.

Sería bueno que España fuese capaz de tener más peso a la hora de marcar agenda y que se aprovechasen las intervenciones diplomáticas y las no diplomáticas que se han ido realizando desde los años 80. Nuestro país ha jugado un papel destacado apoyando a Siria, pero también condenándola y el gobierno debería aprovechar esta circunstancia. Los refugiados políticos acogidos, algunos muy incómodos como fue el caso del tío del actual presidente Rifaat el Asad que intento dar un golpe de estado y otros incluso con antecedentes extremistas, o las visitas de altos mandatarios realizadas por ambas partes, entre otras circunstancias, nos habilitan para tener un papel relevante, pero el miedo a la reprimenda que nos pueda dar EE.UU nos paraliza a la hora de llevarlo a la práctica.