sábado, 19 de septiembre de 2015

Europa y los refugiados. ¿Condenados a repetir la historia?

En 1933, en una Europa que intentaba recomponerse de la muerte y destrucción que causo la I Guerra Mundial, el régimen de Adolf Hitler iniciaba los pasos para que Alemania fuese un país libre de judíos. Las Leyes de Núremberg, aprobadas en 1935, provocaron que la población judía perdiese prácticamente todos sus derechos. Esta circunstancia provocó que casi 600.000 judíos residentes en Alemania apenas pudiesen subsistir, por lo que muchos de ellos pensaron que lo mejor era huir a diferentes países. Unos cuantos miles lograron llegar a Estados Unidos, Francia o Gran Bretaña.

Los que lograron huir fueron pocos debido a las dificultades impuestas por el régimen nazi para todo viaje fuera de sus fronteras. Para colmo, los que lo conseguían, encontraron un ambiente hostil en casi todos los países a los cuales llegaron. Pero lo peor no era eso, sino que aquellos que intentaban escapar de una muerte segura, como más tarde se demostró, encontraron en los países fronterizos a los que llegaban una oposición a la recepción a su territorio, llevando a cabo con estos refugiados devoluciones masivas a Alemania ya que habían migrado ilegalmente. Años después supimos que el destino que les esperaba a esas personas que eran devueltas en las fronteras era la muerte.

En 1937 era ya evidente ante la opinión pública internacional que la población judía de Alemania estaba siendo víctima del odio de los que eran sus compatriotas, iguales hasta hace poco, pero que por una locura colectiva convirtieron a estas personas en chivos expiatorios.

Ante esta situación, diversos líderes políticos de la época, con el presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt a la cabeza, tomaron la iniciativa de celebrar una conferencia mundial para buscar una solución a este drama.

Un año después, en 1938, a las puertas de la II Guerra Mundial, se celebró una Conferencia Mundial que duraría 9 días en la ciudad francesa de EvianAunque el sentir general de los asistentes a la Conferencia fue de alarma y consternación frente al drama que estaban viviendo miles de personas y se reconoció la persecución y atrocidades que estaban sufriendo, ningún gobierno mostró signos de querer ampliar sus cuotas de inmigración para estos refugiados. La mayoría de los países alegaron una adversa situación financiera o el alto número de refugiados que ya residían en sus países como principales motivos del rechazo a acoger más refugiados. ¿Les suena la historia?

Setenta y siete años después, los gobiernos de la UE no son capaces de aprender de la historia y todo indica que quieren que esta se vuelva a repetir. Hombres, mujeres y niños, mueren diariamente víctimas de unos verdugos que han perdido la razón matando a sus vecinos por la mínima excusa: Llevar una camiseta, no dejarse barba, no ir tapada, escuchar música, profesar otra religión distinta o no cumplir como ellos quieren la religión que dicen defender.

El mal se ha adueñado de sus mentes y de sus corazones, asesinando a cualquiera que ellos consideren diferente. Por desgracia, ese mal se va extendiendo sutilmente en nuestra querida Europa. No querer acoger a quien huye del horror es igual de cruel que provocar ese horror. Mandar a la fronteras a policías y ejércitos, o construir alambradas y muros que separan para impedir que miles de seres humanos puedan salvar su vida, es cruel.

Son nuestros gobernantes los que deciden tales injusticias. Son las mismas personas que cada cuatro años nos piden el voto para hacer, según ellos, que nuestras vidas sean mejores, pero todos sabemos que nuestras vidas no son mejores viendo lo que está sucediendo en nuestras costas y ciudades limítrofes.

Es difícil comprender lo que están haciendo nuestros dirigentes frente a este drama. ¿Por qué si los medios de comunicación y la ciudadanía están dando muestras de solidaridad ante esta situación, nuestros ministros y presidentes de la Unión Europea no hacen nada? ¿Acaso ellos no lloran y no sufren como sufrimos nosotros cuando vemos esas dramáticas imágenes en los periódicos o en los telediarios? ¿Acaso están hechos de otra pasta nuestros dirigentes? ¿Por qué, si caben 40 millones de turistas en España, no hay lugar para unos cuantos miles de refugiados?

Tal vez sea necesario recordar a nuestros gobernantes lo que proclamó uno de los padres de la Unión Europea, Robert Schuman, el cual tras haber vivido la I y la II Guerra Mundial, era consciente de las barbaridades que es capaz de cometer el hombre: "Servir a la humanidad es un deber igual que el que nos dicta nuestra fidelidad a la nación. Así es como nos encaminaremos hacia la concepción de un mundo en el que se apreciarán cada vez más la visión y la búsqueda de lo que une a las naciones, de lo que les es común, y en el que se conciliará lo que las distingue y las opone".


Me perdonaran la expresión, pero si no somos capaces de hacer nada frente a lo que ocurre, seremos igual de responsables que los que provocan que miles de personas están muriendo. Porque visto lo visto, parece que mientras todos los valores coticen en bolsa, los derechos humanos seguirán sin tener valor y tal vez tengamos que replantearnos el devolver el Premio Nobel de la Paz que recibimos hace tres años.

Articulo de opinión publicado en el periódico El Mundo; http://www.elmundo.es/solidaridad/2015/09/16/55f944bee2704e780f8b45a9.html