El año pasado, el Premio
Nobel de la Paz se concedio a dos personas a las que se les queria reconocer su
lucha a favor de la educación infantil y el activismo social. Malala Yousafzai,
una joven a la que los talibanes intentaron asesinar en 2012 por defender la
escolarización de las niñas (de Pakistán primero y del resto del mundo después)
y Kailash Satyarthi, un activista social que utiliza la máxima de Gandhi de la
no violencia en sus manifestaciones y protestas en la reivindicación de
políticas de no explotación de los niños y niñas.
El trabajo de Malala es
loable no solo por el objetivo que persigue, que es conseguir la igualdad real
de todas las personas a través del derecho fundamental básico de la educación,
sino también por poner en riesgo su vida para conseguir ese objetivo que mucha
gente no quiere ver cumplido, además de por lo que simbólicamente representa
esta joven en un mundo occidental que se fija mucho en los rasgos y la
vestimenta.
Malala es una luchadora
y merece el mayor de los respetos y por eso me alegra el elevado número de
apoyos y de felicitaciones públicas que se hacen a esta joven. Ahora bien, hay
algo que me llama mucho la atención, y que versa sobre ese cinismo que nos
gastamos como sociedad en determinados asuntos. En este caso voy a hablar del
derecho a la educación y la diversidad del alumnado, tema por el cual y gracias a su
encendida defensa, ha sido premiada
Malala con el Nobel.
Los “Talibanes
educativos” los podemos encontrar en muchos puntos de España. Estos grupos,
formados por una elevada cantidad de personas, actúan bajo el paraguas de la
lucha por una mayor igualdad, y alardean, sin ningún tipo de reparo, de un
mantra por el cual establecen que su discurso es el verdadero. Este mantra
consiste en expresar que toda aquella persona que se sale del comportamiento
occidental y de determinada vestimenta, son víctimas de una discriminación, y
por lo tanto de una opresión, aunque ellas mismas no lo sepan.
Parece ser que un
"trozo" de tela es el culpable de toda esta "lucha por la
igualdad". El
uso del hijab en la vestimenta incómoda hasta el punto de permitir la
restricción del acceso a derechos básicos y fundamentales. Resulta curioso e
indignante, ver como se justifican todo tipo de discriminaciones a miles de
mujeres musulmanas en nuestro país por el simple hecho de llevar el hijab.
Hace algo más de un
año, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid avalaba y legitimaba la
decisión de un instituto de prohibir el acceso a sus aulas a una joven
musulmana por el simple motivo de llevar un pañuelo en la cabeza. Esta prenda, según
el reglamento del centro escolar, rompía la convivencia. Lo triste fue ver como los "Talibanes
educativos" respaldaron esa decisión y la apoyaron sin fisuras alegando
que a la escuela no se deben llevar símbolos religiosos. A esta apreciación, le
sumaban otra lectura, la de la simbología de la opresión que sufre esta joven
por el hecho de llevar hijab.
La cuestión era que
entre una cosa y otra, la joven no podía acudir a la escuela a estudiar, algo
que también le sucede a millones de niñas en el mundo y contra lo cual lucha
Malala. Porque seamos sinceros, si Malala viviese en España, habría más de una
escuela a la que no podría ir.
Me preocupa la
capacidad que tenemos en nuestro país para felicitarnos por las luchas contra
injusticias que cometen integristas a miles de kilómetros, y que a la vez no
nos inmutemos e incluso en ocasiones defendamos injusticias que se cometen en
nuestra sociedad. ¿Alguien se ha parado a pensar lo que sentirán las miles de
chicas españolas a las cuales se les niega el acceso a la educación pública por
el simple motivo de llevar el pañuelo en la cabeza?
Alegrarse por la
concesión del premio Nobel de la Paz a una chica que lleva pañuelo y que
defiende el acceso a la educación para millones de niñas como ella y la vez
justificar y defender que miles de niñas no puedan usar el hijab en la escuelas
españolas es cuando menos un gran ejercicio de cinismo que no podía evitar
denunciar y llamar la atención sobre el.
Espero que la próxima
vez que salga a la luz el debate del uso del hijab en la escuela pública, nos
acordemos de Malala y defendamos ante todo el derecho a la educación frente a
posicionamientos que utilizando la igualdad como argumento, restrinjan la
libertad del individuo.
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